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viernes, 9 de noviembre de 2012

Jack-O-Lantern

Esta calabaza la hice con mis alumnos de 5º de primaria. Vista de la calabaza con una vela encendida en la oscuridad. 
La misma, sin encender y con luz.
Esta calabaza no es como aquella que mi abuelo colocaba sobre el viejo  muro de piedra que rodeaba la casa y que mi hermana y yo mirábamos entre asustadas y divertidas. Se decía que en estas fechas las ánimas volvían a la tierra durante unos días para que los vivos se reuniesen con sus antepasados. Las calabazas con cirios en su interior formaban parte del rito, no sé si para asustar a los vivos o para ahuyentar a los muertos. El encanto de aquellas noches oscuras y llenas de misterio que anunciaban el comienzo del invierno se lo llevaron las implacables luces de neón, la globalización y seguramente muchas otras cosas más. 

 Con respecto a mi calabaza tengo que decir que no tiene la belleza, ni la fuerza, ni el misterio  de las que él hacía; la mía está contaminada. Quiere ser una Jack O´ Lantern, esa de la que se habla en la leyenda irlandesa que cuenta la fantástica historia del borracho y estafador Jack que una noche se encontró con el diablo en una taberna y le ofreció su alma a cambio de un último trago. El diablo entonces se transformó en una moneda para pagarle al camarero, pero Jack, timador y pendenciero, robó la moneda y la guardó. Al tener la moneda una cruz grabada en una de sus caras, el diablo no podía volver a su estado primigenio, por lo que hicieron un trato por el que Jack le devolvería la vida si éste no le pedía su alma en diez años. 
Transcurridos los diez años volvieron a verse de nuevo y esta vez Jack le pidió que le alcanzase una manzana que había en un árbol. En cuanto el diablo se lanzó a por la manzana Jack talló una cruz en el tronco, de nuevo tenía al diablo en sus manos, y esta vez le obligó a prometerle que jamás le pediría su alma. 
Muerto Jack,  al no hallar un lugar de reposo debido a su mala vida se dirigió al infierno, pero el diablo le recordó su promesa diciéndole que no podía aceptarlo de ninguna manera. La noche era oscura, así que  el diablo le tiró un carbón encendido para que le alumbrase el camino y como hacía mucho viento Jack metió el tizón en la calabaza que con él llevaba para evitar que se le apagase. De ahí viene la tradición de tallar las calabazas de este modo. 
Como colofón deciros que la calabaza de mi abuelo, fiel a la tradición, encerraba una bella historia de difuntos; pero la de Jack, también...